Autor: Josué Perea
“La correlación entre ser negro y ser pobre es donde el movimiento pentecostal ha logrado sembrar una semilla de esperanza y volverse relevante en la vida de las personas”. – Rev. Luis Barrios
Hace algunos años, mientras enseñaba un curso del Instituto Bíblico sobre la Historia de la Iglesia Cristiana, mencioné a la clase que muchos de los primeros conversos al pentecostalismo, especialmente al pentecostalismo puertorriqueño, eran afrolatinos, y que el surgimiento y crecimiento del movimiento pentecostal latino en los Estados Unidos y América Latina no sería posible sin los pentecostales afrolatinos. Los estudiantes estaban intrigados y querían saber más al respecto, ya que, como habían aprendido en clase, nunca se había mencionado la afrolatinidad del pentecostalismo.
La negritud de los latinos que fueron parte integral del crecimiento y desarrollo del pentecostalismo, no solo en los Estados Unidos sino en toda América Latina, no se ha mencionado tradicionalmente, pero es importante y conozco personalmente la importancia de esto.
Nací en Bogotá, Colombia de mi madre, María Ofelia Perea, actualmente pastora principal del Templo Pentecostal Emmanuel en Brooklyn, NY, y mi difunto padre Floresmiro Perea Rentería, escritor, pastor y abogado de Chocó. El linaje de mi padre, de donde proviene mi conexión con la diáspora africana, está directamente ligado a los afrolatinos pentecostales. Es un hecho familiar conocido que mi tatarabuelo por parte de mi padre era un nuevo converso al pentecostalismo en Mayagüez, Puerto Rico. Fue allí donde ganó fervor por la palabra y buscó difundir el Evangelio por todo el mundo. Cuando comenzó su viaje misionero, de alguna manera terminó en Chocó, Colombia, una de las regiones de Colombia más claramente identificadas con los afrocolombianos (el 90% de los chocoanos son negros). Esto es importante porque aquí él era un hombre negro de Puerto Rico llegando a otras personas negras en Colombia. Fue su fervor por el Evangelio, pero también su negritud lo que lo llevó al Chocó ya decidir radicarse allí y formar una familia.
No sé si mi tatarabuelo fue el primer misionero pentecostal en Colombia o incluso en Chocó, o qué tan exitoso fue su ministerio, pero no tengo ninguna duda de que su negritud es una de las razones por las que llegó a Chocó, convirtió a varias personas y por qué crecí como pentecostal en Colombia y luego en Brooklyn. Fue su negrura lo que hizo que su mensaje fuera más aceptable para otras personas que se parecían a él y que entendían su experiencia vivida como hombre negro en el mundo.
Al igual que mi tatarabuelo, hay muchas historias de latinos de ascendencia africana que se convirtieron temprano al pentecostalismo y ayudaron a que se extendiera por las Américas. Estas historias generalmente no se destacan, pero son importantes para nuestra comprensión del pentecostalismo porque nos ayudan a verlo como un movimiento que “ha sido un hogar para las culturas de la gente y para los grupos marginados” y uno de esos grupos ha sido el de los afrolatinos.Muchos de los conversos de dos de las figuras prominentes como Juan Lugo y Francisco Olazábal en el crecimiento del pentecostalismo latino, eran afrolatino/as. El pentecostalismo, ya sea en los EE. UU. o en América Latina, incluye “variedades proto evangélicas, católicas, indígenas y afrolatinas”. La evidencia de la afrolatinidad en el pentecostalismo está presente no solo en el liderazgo y la membresía de las iglesias pentecostales en la actualidad, sino también en la música y las prácticas de adoración, que a menudo son claramente afrocaribeñas. El comprender que este aspecto de la tradición tiene conexiones con otras como las prácticas espirituales afrodescendientes, como han mencionado muchos investigadores, no disminuyen esta experiencia. De hecho, convierte al pentecostalismo en un espacio que continúa brindando a los latinos negros dignidad, apoyo y respiro de un mundo que continúa problematizando los cuerpos negros y devaluando la experiencia negra. Para terminar, citando al Rev. Barrios, “El pentecostalismo, al igual que otras religiones afrodescendientes, desmantela la desigualdad misma que devalúa la presencia corporal de los negros, quienes luego pueden recuperar no solo el poder sino también un sentido de control sobre sus propias vidas.”
Comprender esto también nos ayudará a combatir la anti-negritud que, lamentablemente, se ve con demasiada frecuencia en las iglesias y la comunidad latinas. Ayudar a otros a darse cuenta y reconocer que los afrolatinos han sido parte de las iglesias pentecostales y de muchas otras tradiciones cristianas latinas desde el principio, asegura que reconozcamos adecuadamente la totalidad de la experiencia multicultural latina y que la iglesia latina/a sigue siendo un espacio que nutre la imagen de Dios.
No dudo para nada de la influencia del carisma y efusividad que representa en medio del pueblo de Dios las personas afroamericanas ya que siempre son muy entregadas a las cosas que les apasionan, algo que admire en el hermano Floresmiro. No recuerdo muchos detalles pero su fuerza y compartir sus sueños me parecía bello. Espero e insisto que espero que pronto busquemos más imitar lo bueno de los que nos rodean sin discriminar por ninguna razón, que de verdad podamos aceptar que las diferencias en medio del pueblo nos complementan y que no tenemos que ser iguales entre nosotros sino capaces de imitar al autor y consumador de la fe, Yeshúa. Shalom 😎