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Epiphany comes as a beacon of grace and hope!

 por: Dr. Oscar Merlo, Presidente Junta Directiva de AETH

Familia, al entrar en esta primera semana del año concedámonos un momento para reflexionar y anticipar el amanecer de un nuevo viaje en el 2024. Antes de ponernos en marcha con los asuntos de la vida, os invito a ver este tiempo como una serena transición de un año a otro. En esta postura, descubriremos que nos aguarda una hermosa oportunidad: la de acoger la esencia de la Epifanía (el Adviento de los sabios de oriente, que devela la revelación de nuestro Salvador a todas las naciones y a la creación). Este día abracemos la introspección y la anticipación, y agradeciendo a Jesús con todo nuestro corazón, mente y alma celebremos que Su presencia, ¡nuestra Epifanía!, ha estado con nosotros incluso en los momentos más difíciles del 2023.

La Epifanía nos invita a buscar la luz y el tesoro dentro de nosotros mismos y de la comunidad. Instándonos a develar la profundidad de nuestra fe y la luz, guía de la esperanza anclada en el nacimiento de nuestro Príncipe de Paz. Un niño que los Reyes Magos tuvieron el privilegio de ver. ¡Imagínense sus reacciones! La Sagrada Escritura nos dice que cayeron de rodillas y adoraron mientras experimentaban su Epifanía personal y colectiva. Viajaron, emigraron desde tierras lejanas y se enfrentaron a enormes desafíos siguiendo a la estrella brillante. Imaginaron cómo sería ese momento y qué decir al niño de su Epifanía. Sin embargo, todo lo que podían hacer era caer de rodillas y adorar bajo la mirada amorosa de la gracia encarnada que nuestro Abba celestial había dado a la humanidad. Este misterio de Cristo revelado como salvador lleno de gracia a los ojos de los corazones de la humanidad, nos lleva siempre a rendirnos de rodillas y a adorar. Hoy, al entrar en este año, nos rendimos de rodillas y adoramos a nuestro Rey de Reyes. Al ejercer esta postura personal y colectiva, tened esta seguridad: ¡Él os ve! Su gracia solemne y Su shalom serán tu pan y tu agua para el horizonte y el viaje que tenemos por delante.

A medida que el año abre suavemente, las cortinas aparece un nuevo horizonte, y nos encontramos al borde de un nuevo capítulo. Para muchos, es una alegría entrar en una nueva estación. Para otros, no es así. De hecho, para muchos en nuestra comunidad; los marginados, las madres solteras, las familias migrantes en nuestras fronteras, y las muchas personas en todo el mundo que sufren la injusticia sin saber lo que les depara el mañana, están experimentando realidades complejas e incertidumbres para el viaje en el 2024. Mientras la primera semana de este año se devela por completo, tengamos a estas familias en nuestros corazones y oremos para que, como mínimo, experimenten su propia Epifanía y las manos llenas de gracia y amor de una Iglesia (nosotros) utilizada por el Espíritu Santo para acompañarles en su sufrimiento. Más que nunca, la brillante estrella de David necesita brillar a través de nosotros y revelarse como el faro de la gracia y la esperanza en medio de un mundo roto.

La Epifanía llega como un faro de gracia y esperanza que nos recuerda que, más allá de las celebraciones jubilosas, existe un significado más profundo: una invitación a seguir buscando la luz que guía nuestros caminos. Nos llama a buscar los tesoros que llevamos dentro, a desenterrar la riqueza de nuestra fe Latina que nuestros abuelos transmiten año tras año. No estamos solos en este viaje, llevamos dentro la fe de una comunidad de testigos (ancianos, tíos, tías, primos, amigos, antepasados y nuevas generaciones) que experimentaron una resiliencia iluminada por Cristo, faro de gracia y esperanza para el mundo. Mateo 2:9-11 “Y he aquí que la estrella que habían visto en Oriente iba delante de ellos, hasta que llegó y se detuvo dónde estaba el niño. Al ver la estrella, se alegraron muchísimo. Cuando entraron en la casa, vieron al Niño con María, su madre, y cayendo de rodillas, le adoraron y le presentaron sus ofrendas…”.

Los sabios comprendieron que el nacimiento de Cristo marcaba el amanecer de una nueva era: un reino de justicia y un himno de esperanza para los oprimidos bajo el imperio y la dominación. Con el nacimiento de Cristo llegaron melodías de alegría, que insuflaron nueva vida a la desesperación y elevaron a los pastores y a la creación. Desde aquel momento y por toda la eternidad, persisten la proclamación del nacimiento de Cristo y Su mensaje intemporal: una promesa de nuevos comienzos y una llamada inquebrantable a recorrer un camino iluminado por la fe en Él. Comprometámonos a perseguir esta luz (Jesús), abrazando y compartiendo la profunda esencia del amor y la compasión que Cristo ejemplificó. En Él reside la esperanza que nos inspira a embarcarnos en este nuevo viaje con valentía y determinación inquebrantable para descubrir los tesoros de la fe, la empatía y la buena voluntad no sólo en nosotros mismos, sino en la humanidad de nuestra comunidad.

Al mirar hacia nuevos horizontes, decidámonos a seguir la luz dondequiera que nos guíe el Espíritu Santo. Porque Cristo guía el camino, invitándonos a seguirlo con nuestros compañeros de viaje, nuestras comunidades. Es en la convergencia de nuestros viajes donde nos convertimos en faros radiantes de gracia y esperanza en medio de la oscuridad, descubriéndonos unos a otros e iluminando colectivamente el mundo con un tapiz tejido de amor, empatía, humildad y unidad. En AETH oramos: “Que el año que comienza sea un testimonio de nuestra dedicación a perseguir el faro de gracia y esperanza, la luz de Jesús. Reconociendo a Cristo en los rostros de aquellos con los que nos encontramos y uniéndonos como faros que destierran colectivamente la oscuridad con la luminosidad y el brillo del Espíritu Santo y de nuestra humanidad compartida”.