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El Señor Resucitado Continúa Acompañando:

La Narrativa de Emaús como Paradigma de Acompañamiento en situaciones de Crisis

Daniel S. Schipani

Jesús mismo se acercó y comenzó a caminar con ellos…

Entonces ellos dos les contaron lo que les había pasado en el camino (Lucas 24: 15, 35) 

El relato del viaje a Emaús en el Evangelio de Lucas (24:13-35) nos inspira y orienta de manera especial. No pretendemos exponer la totalidad de la riqueza y la profundidad de significado del texto; demostraremos sin embargo, que la narrativa del camino a Emaús y el encuentro transformador con el Señor resucitado, ilumina al ministerio de acompañamiento pastoral para que podamos identificar ciertos principios claves como guías confiables para la práctica. Se trata de un paradigma de cuidado pastoral en el mejor sentido del término. Consideramos, pues, tales principios en los párrafos que siguen.

Primero, los dos discípulos. Advertimos enseguida que son aquellos dos discípulos quienes aparecen primeramente en escena. Se infiere que eran gente común— no pertenecían al grupo de los doce– como aquella que partía de Jerusalén el domingo después de la Pascua. Les embargaba un sentimiento de pérdida y derrota. Estaban perplejos y algo confundidos, frustrados por la duda, el temor y la ansiedad. Muchas preguntas bullían en sus mentes. Se enfrentaban a un profundo conflicto interior, ya que la desilusión se mezclaba con un poco de esperanza debido a la palabra que habían recibido de “algunas de las mujeres”. Ahora están enfrentando el desafío del momento–es decir, no tratan de olvidar, dejar atrás, o soslayar la situación de prueba y conflicto. Se esfuerzan por lograr cierta resolución, actitud desde luego esencial para estimular un proceso transformador de sanidad emocional y espiritual. Sienten que necesitan un nuevo sentido de dirección y anhelan nueva luz sobre su situación. Necesitan reavivar la esperanza de una completa liberación; quieren crecer, y esto es muy destacable por cierto. ¿Qué hacen en relación a todo esto que nos resulta importante considerar?

Observemos que esos discípulos van hablando de lo que había ocurrido en Jerusalén es decir, no es que quieran olvidar los sucesos y sus consecuencias sino, podríamos decir hoy, van asumiendo la crisis. Reciben al “desconocido” con hospitalidad y están abiertos a dialogar con él. Así se da la primera fase de la creación de comunidad. Confiadamente comparten sus relatos y sus visiones. Aquí tenemos una primera pista: reconocer que la eficacia del cuidado pastoral, requiere que comencemos no con quienes ministran sino con quienes necesitan ayuda según su propia situación existencial. Los discípulos en camino a Emaús enfrentaban una gran pérdida y la derrota aparente de su líder junto con la destrucción de sus ideales y esperanzas.

Una segunda observación es que en este proceso a lo largo del camino a Emaús algo ocurre que resulta ser el punto crucial de la historia: los discípulos ponen en práctica su fe al invitar al desconocido a comer con ellos. Según leemos, ellos habían estado hablando con Jesús acerca de la redención y ahora toman prácticamente una acción redentora con el don de la hospitalidad. Así ocurre una segunda fase de creación de comunidad: al recibir ese don de la hospitalidad el desconocido se convierte en “compañero” (del latín, cum panis: compañero o compañera es alguien con quien compartimos el pan). Otra clave para hoy: necesitamos tanto la acción como la reflexión, la comprensión junto con la práctica. Extenderse hacia el desconocido es, sin duda, una dimensión importante del evangelio del reino; y la formación y el cultivo de la comunidad ocupa un lugar central en la vida y el ministerio de la iglesia.

Aquellos discípulos en camino a Emaús nos dan otra clave importante para la pastoral de hoy: después del momento de iluminación alrededor de la mesa, cuando parecen comprender toda la situación — el sentido de la esperanza en Cristo, el camino de la liberación auténtica, el reconocimiento de la presencia real del Señor resucitado — deciden regresar a Jerusalén. Allí es donde está la acción, y la acción debe continuar. Deben ir y contar a la gente lo que ha ocurrido. De modo que el camino a Emaús no conduce sólo a Emaús, sino también a Jerusalén. En otras palabras: partiendo de la escena de la acción, pasando por la reflexión en el camino, y la nueva visión alrededor de la mesa con Jesús, se llega a un nuevo tipo de acción y compromiso. Estos discípulos pueden ahora asumir en forma más constructiva sus temores y ansiedades a pesar de que los riesgos y peligros permanecen. Están siendo transformados y capacitados; ¿para qué?, para proclamar y servir, para vivir y edificar a la comunidad de fe, y para reconocer y celebrar renovadamente la gracia liberadora de Dios.

Segundo, el pastor que acompaña. Ahora, podemos considerar al “desconocido”, quien resulta ser el mismo Jesús, modelo de acompañamiento liberador y sanador. Observemos que él establece una relación entre caminantes. Camina con los discípulos a lo largo del viaje, ocasión que aprovecha para el diálogo y para convertirse verdaderamente en su prójimo. De nuevo, podemos destacar por lo menos tres pistas adicionales pertinentes para nuestro propio ministerio.

Notamos primeramente que Jesús se une a los discípulos allí donde ellos están, entrando en su realidad. Se vuelve su prójimo. No les dice de inmediato quién es él (¡no llama la atención sobre su persona!), ni tampoco les dicta la verdad de las Escrituras o del evangelio en forma paternalista o autoritaria. Más bien les alienta a contar su historia, sus memorias y sus sueños, de forma que se involucren activa y personalmente en el proceso del discipulado “en el camino”.

En segundo lugar, Jesús no sólo les escucha. También resume el relato de los discípulos en tal forma que captura su imaginación; luego se colocan en la actitud de apertura para considerar otra visión de lo que ha estado ocurriendo. Además, este maestro y pastor les provee los recursos necesarios para una nueva comprensión de la salvación a la luz de la historia y la visión bíblicas, de manera que los discípulos pueden conectarla con su propio peregrinaje y sus esperanzas. En otras palabras, su caminar humano se va entrelazando en caminar sagrado también.

Tercero, el acompañamiento de Jesús incluye una variedad de actividades. Su práctica de apoyo y orientación es mucho más que la simple instrucción, porque Jesús acompaña con un espíritu de compasión y solidaridad y en un clima de compañerismo respetuoso. No es un intruso sino que deja libertad a aquellos dos para que lo inviten a su casa. El acepta por cierto el obsequio de la hospitalidad, y se coloca a disposición de los discípulos, sirviéndoles en su propio medio.

Tiempo y contexto. Eventualmente, Jesús se aleja de la escena en el momento oportuno, algo que a menudo nos cuesta hacer, ya que tendemos a abusar de la palabra y el tiempo (no sólo en el cuidado y consejo pastoral sino también en la enseñanza y la predicación). En verdad esta narrativa sigue ofreciendo orientación también respecto a las cuestiones del “cuándo” y el “dónde” del ministerio de acompañamiento.

Advertimos primeramente que el proceso de transformación ocurre en lugares diversos (Jerusalén, el camino, Emaús). Se nos invita entonces a comprometernos en el arte de acompañar y aconsejar en diversos lugares y en tiempos oportunos.

A menudo preferimos la orientación planeada y estructurada pero, como en el caso de nuestra historia, los ambientes pueden ser más o menos formales y casuales. Hay mucho que podemos hacer y aprender colaborativa y mutuamente con las experiencias de compañerismo y comunión, en medio de la adoración y la celebración, en el servicio y el testimonio en palabras y hechos, o en los procesos intencionales de cuidado y consejo.

Esos ricos y multiformes contextos de ministerio, también incluyen eventos y momentos de particular fecundidad, ya sea por el grado de motivación e interés, o por la disposición al cambio que facilitan los procesos de maduración. Los procesos de acompañamiento pueden ocurrir por ejemplo en sitios tan diversos como los hogares, los barrios, las escuelas y universidades, los lugares de trabajo, las iglesias, y aún las calles y los caminos…

Procesos y contenido. En el ministerio de acompañamiento, como en todo ministerio, no podemos separar el “cómo” del “qué”, tal como lo ilustra el relato del camino a Emaús. La narrativa sugiere que Jesús y los discípulos consideran varios temas alrededor del asunto central de la cruz–y el camino de la cruz en particular–y la resurrección. Podríamos decir que una agenda rica y compleja se convierte en material “terapéutico”: se discuten los acontecimientos recientes y los eventos actuales, se consideran los temores, las ilusiones, las esperanzas y las acciones del pueblo, se comparten sentimientos y pensamientos, se reinterpretan las Escrituras… Se trata indudablemente de una agenda muy amplia. La clave está en que Dios se interesa en todo y cualquier cosa que nos concierne, y que sea pertinente para nuestra vida; y sugiere además que el Espíritu divino anhela guiarnos en medio de nuestras angustias y conflictos y de nuestra búsqueda de la verdad y la salud integral. ¡Qué maravilla de modelo! ¡Y qué responsabilidad implica para quienes nos involucramos en la pastoral de cuidado y acompañamiento!

Otra mirada al Jesús resucitado en su papel de maestro y pastor nos revela de inmediato la variedad de métodos que él utilizó, tales como el uso de la pregunta, la discusión reflexiva, la interpretación dialógica y crítica, la exposición de la Palabra, y la dramatización. Sin duda, nos inspira a la creatividad y al cultivo responsable de destrezas para un ministerio más fructífero.

La narrativa nos sugiere también, que el proceso de crecimiento y sanidad es tan rico y significativo, dado a que se han activado y comprometido distintas dimensiones de la personalidad de los discípulos: se han transformado sus mentes, sus corazones, y sus voluntades.

La triple meta de formación espiritual. Nos preguntamos finalmente, ¿cuál es la meta de este caminar en busca de re-orientación? Sin duda, va más allá del mero reconocimiento físico de Jesús, por parte de sus discípulos. También trasciende el simple “conocer la Biblia”. El propósito es que seamos formados, transformados, y potenciados por el Espíritu divino en el marco de la ética y la política del reino de Dios. De hecho, nos atrevemos a afirmar un triple propósito:

Como todo ministerio, la pastoral de acompañamiento debe fomentar y enriquecer la vida de adoración. El evento de Emaús ilumina esa relación entre el proceso de orientación transformadora y la adoración. La auténtica adoración implica e invita al aprendizaje transformador y al crecimiento; a su vez, el ministerio pastoral en sus diversas facetas, ha de habilitar y conducir a una adoración más genuina y significativa.

Como todo ministerio, la pastoral de acompañamiento debe promover y facilitar la vida arraigada en la fe en el marco del desarrollo de la comunidad (aquellos dos discípulos regresaron a compartir su testimonio e informar al resto lo que les había ocurrido, y a reconectarse en el seno de la iglesia naciente). A su vez, una fe creciente y una comunidad que va madurando reclama y apoya un ministerio bien fundamentado. El ministerio pastoral en sus diversas expresiones, ha de equipar para la vida comunitaria, dentro y fuera de la iglesia.

Finalmente, como todo ministerio, la pastoral de acompañamiento debe motivar y capacitar para la vida de misión. El testimonio fiel como proclamación y servicio es resultado directo del encuentro con el Señor resucitado, el maestro y pastor liberador de la narrativa de Emaús. En la medida en que la pastoral de acompañamiento es fiel a su naturaleza y rol, en tal medida se revitaliza y enriquece la misión de la iglesia en el mundo. El ministerio pastoral en sus diversas expresiones, ha de capacitar y potenciar para la misión. Como en el caso de la adoración y la vida comunitaria, a su vez la orientación y la labor misionera enriquecen a la pastoral. Además, al involucrarnos comunitariamente en la vida de misión que revela el amor de Dios en y por el mundo, encontraremos a otras “desconocidas” y otros “extraños”, y junto a ellos y ellas, y por su intermedio, nos encontraremos con Jesucristo de nuevo.
¡Así sea!

Daniel S. Schipani, Dr.Psy., Ph.D.

Professor of Pastoral Care & Counseling, Emeritus
Anabaptist Mennonite Biblical Seminary
Affiliate Professor of Pastoral & Spiritual Care
McCormick Theological Seminary
San Francisco Theological Seminary