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Día de la Creación

por Lisa Martínez

“En el principio creó Dios” me ha aparecido siempre una premisa importante para preceder a la expresión “la tierra estaba desordenada y vacía”.

Implica origen y pertenencia en medio de su caos. “Es mía. Me pertenece antes de que te maraville. Es mía en su gloria y era mía en su caos” Sellando esa verdad en el espíritu de Dios que “se movía sobre la superficie de sus aguas”.

Es el ojo parental, creador, cuidador, que mira hermosa a su cría cuando sonríe y cuando tiene el rostro desfigurado en llanto. Es ese ojo que no esperó a dar orden a su creación para ver “que era bueno”. Ya la amaba en su caos, en su “peor” momento.

Esto permite que veamos más fácilmente la transgresión del génesis 3 como un atentado a la naturaleza delicadamente ordenada y no como una mera desobediencia moral que se paga con creces.

¿Qué tal si Génesis 3 no fuera una advertencia sobre nunca desobedecer a Dios y nunca desobedecer a las autoridades? ¿Qué tal si se trata de una advertencia contra la monopolización y la explotación de recursos naturales en nombre del Progreso y la comodidad humana?

Génesis 3 nos comparte la imagen de un par de ojos humanos puestos fijamente sobre la naturaleza codiciándola para adquirir poder. Mirándola como un objeto y no como un elemento digno con el que coexistimos. La corrupción del Edén radica en mirar con ojos equivocados a lo que tenemos delante de nosotros, a nuestro entorno y sus elementos (que están incluidos en la expresión “y vio Dios que era bueno”).

En algún momento equivocamos el camino y utilizamos la frase “el ser humano es corona de la creación” como la excusa para explotar los recursos, dado que fueron creados para servirnos. Esa actitud ególatra nos priva de la mirada con respeto y asombro cuando las aves, los peces, la enorme variedad de plantas, el ciclo del agua, el comportamiento de los insectos, la comunicación subterránea del reino fungi y otras maravillas cotidianas. Perdemos la bendición de admirarnos con nuestro entorno cuando torcemos la mirada con la que notamos a la creación de Dios a nuestro alrededor. Una mirada codiciosa y torcida sobre el fruto de este árbol corrompe al Edén.

El día de la Tierra es un día para visibilizar una causa, para denunciar después de haber hecho una lectura del entorno y haber identificado una circunstancia de injusticia que está produciendo trauma o que está en camino de producirlo, con devastadoras consecuencias. Justo la definición de la labor profética a la que el camino de Jesucristo nos solicita; y de esta solicitud, podemos dar fe que está implicada en diversas expresiones del Dios hecho carne, tales como:

–Alzar la voz por las causas de sus más pequeñitos.

–Evitar el escándalo de provocar trauma en las comunidades vulnerables en cuyo caso sería mejor amarrar una piedra enorme al cuello del agresor y ser echado en el mar.

–El valor de la vida por encima del valor de las estructuras (el día de reposo por causa de la persona y no la persona por causa del día de reposo).

Y esto no es palabra exclusiva de Jesús ni del Nuevo Testamento. En el Antiguo Testamento encontramos a la voz divina exigir a Moisés que se quite el calzado antes de pisar esta tierra sagrada. Sagrada debido a la presencia de Dios en ella, pero también Sagrada porque atraviesa la herida del trauma, la herida de la explotación.

La naturaleza cruje entre las llamas y ha soportado tanto que parece no consumirse a pesar del fuego y eso nos da la ilusión óptica, la ilusión mental de que siempre va a estar allí; que nunca se va a terminar, pero el arbusto está en llamas y su causa es tan urgente que la voz de Dios se manifiesta para exigir al ser humano que desnude sus pies y que con su planta sienta el calor, el dolor, la angustia, los guijarros y las espinas bajo sus pies.

Que no solo por empatía básica e instinto de supervivencia humana sea respetuoso, sino por causa de la imagen y semejanza de Dios en su existencia; porque es la causa de Cristo y por ende la causa de sus seguidores.

El día de la Tierra tiene fundamento sólido en las escrituras para convertirse en parte activa de nuestra labor profética como sal y luz de esta tierra. La causa ecológica es parte de la agenda de la causa del creyente, de la iglesia.

“Cielo nuevo y tierra nueva” aquí mismo, ahora mismo. 

Lisa Martínez

Enfermera Licenciada orientada a la Salud Mental en México con Maestría en Divinidad por el Seminario Evangélico de Puerto Rico, actualmente da psicoterapia a pacientes con trauma por toxicidad religiosa, sanidad de trauma infantil y consejería pastoral. Después de pastorear en iglesias Discípulos de Cristo por 10 años, actualmente ofrece hermenéutica y meditación bíblica con enfoque en salud mental en una comunidad virtual.